“¡Qué sabe del amor quien no tuvo que despreciar
precisamente lo que amaba!”
Friedrich Nietzsche
Un 25 de Agosto del año 1900 murió a los 56 años el
ilustre filósofo Friedrich Wilhelm Nietzsche. Uno de los pensadores más
influyentes del siglo XIX que dejaba de esta manera una verdadera revolución
intelectual, cuyos ecos llegan aún a nuestros días, y que surgió de su crítica
a la cultura y la filosofía occidental. De esta forma, y a través de dicha
crítica, su sombra permanece presente en corrientes tan diversas como el
posmodernismo, el existencialismo, la fenomenología, la sociología, una
filosofía que sería bautizada por los amantes del saber como “filosofía de la
sospecha”, siendo él uno de sus mayores representantes junto a las figuras de
Marx y Freud.
“Quien con monstruos lucha,
que se cuide de convertirse a su vez en monstruo.
Cuando miras largo
tiempo a un abismo,
el abismo también mira dentro de ti”.
La demencia
El 3 de enero de 1889, por la mañana, Friedrich Nietzsche
abandona su casa de la calle de Carlo Alberto, en Turín, para dirigirse al
centro de la ciudad. En el transcurso de su paseo es testigo de una escena que
le hace detenerse: un cochero está maltratando fuertemente a su caballo que,
exhausto, no puede continuar la marcha. Nietzsche interviene. Rodea el cuello
del caballo con sus brazos y rompe a llorar. Sus últimas palabras son: “Madre,
soy tonto” (“Mutter ich bin dumm”). El escritor, filósofo y premio Nobel profesor Milán Kundera Ph.D, ha
estudiado por largos años esta cita para dar sentido a estas palabras dichas ya
en su demencia y comenta lo siguiente: “Las
palabras que Nietzsche le musitó al oído al animal fueron una petición
de perdón.” A su juicio, lo hizo en nombre de toda la humanidad. Perdón,
perdón en nombre de la humanidad.
Luego viene el derrumbe, una pérdida del habla y de la
conciencia que durará diez años, hasta su muerte justo en el cambio de siglo,
en 1900.