Las patas de araña están cubiertas por una serie de pelos y
por un revestimiento químico que causante principal de que no se queden pegadas
a su propia telaraña.
Para llevar a cabo el estudio, los científicos grabaron el
proceso de tejido de la telaraña de dos especies tropicales, la Nephila
clavipes y la Gasteracantha cancriformis. No solo se percataron de que las
arañas mueven sus patas de tal manera que minimizan el contacto, también
comprobaron que, tras lavar sus patas con hexano y agua, comprobaron que las
patas limpias se pegaban con mayor facilidad a la telaraña. Es decir, al lavar
las patas se eliminaba un recubrimiento químico antiadherente que es, en parte,
el causante de este misterio. Este compuesto, este aceite, se genera en el
cuerpo y la araña lo extiende desde la boca a las patas.
Pero esta “capa antiadherente” no es el único motivo que
evita que las arañas no se peguen en su telaraña. Algunas arañas que tejen
telas circulares lo hacen con dos tipos diferentes de hilos: pegajosos y no
pegajosos. Los primeros son radiales y se encuentran en la parte externa de la
tela y son los que logran atrapar a las víctimas. Los no pegajosos son los
radios de la telaraña, situados en la parte interna, y la araña los utiliza
para posarse. De esta manera, pueden recorrer la telaraña sin quedar atrapadas.
Las arañas son unos animales con muchos y sofisticados
recursos. Además de emplear dos tipos distintos de filamentos y de cubrir sus
patas con una sustancia química antiadherente, rematan el extremo de sus patas
con unos ácidos grasos que les permiten pisar los filamentos adherentes de su
tela de araña. Estos ácidos son específicos para su propia telaraña, no sirven
en ajenas. De esta manera, una araña podría caer atrapada en la tela de una
compañera. No olvidemos que algunas arañas están especializadas en cazar a
otras arañas.