“El intelecto, como medio de conservación del individuo,
desarrolla sus fuerzas principales fingiendo,
puesto que éste es el medio, merced al cual sobreviven
los individuos débiles y poco robustos, como aquellos
a quienes les ha sido negado servirse, en la lucha por la
existencia, de cuernos, o de la afilada dentadura del animal de rapiña.”
Sobre verdad y mentira en sentido extramoral
Friedrich Nietzsche
El interés por la detección de la mentira ha generado una larga serie de estudios dirigidos a comparar la habilidad que poseen sujetos no entrenados para discriminar enunciados verdaderos y falsos bajo distintas condiciones experimentales. Una conclusión relevante extraída de estos estudios señala que en contextos de laboratorio, se detectan con mayor precisión los mensajes verdaderos, siendo la detección de mensajes falsos escasamente superior a lo esperado por azar. En un intento por explicar este dato se han manejado argumentos que afectan a la conducta de los receptores, a la de los emisores y a los procesos implicados. Por un lado, los juicios de los sujetos que actúan como detectores de mentira parecen verse afectados por un sesgo de verdad, pues con más probabilidad evalúan un mensaje como verdadero que como falso cuando no tienen información externa para contrastarlo, algo similar a lo que ocurre en las situaciones cotidianas. Por otro lado, las personas que intentan emitir mensajes falsos, hacen una autopresentación de sí mismas que determinará la probabilidad de que sean creídas. Dicha credibilidad estaía relacionada con la impresión que consigan transmitir en función de su apariencia física, su estilo expresivo (lenguaje rápido y fluido, mantenimiento del contacto ocular), variables de personalidad y habilidades sociales, etc.
El estudio de los procesos cognitivos implicados en la emisión de mentiras apunta hacia un esfuerzo de procesamiento mayor para elaborar respuestas falsas que para dar respuestas verdaderas, ya que el mensaje falso debe ser construido sin contradecir la información que posea el receptor, sin inconsistencias lógicas y conteniendo detalles suficientes para resultar convincente. Este sobreesfuerzo en el procesamiento podría modificar los indicadores que acompañan al mensaje (pausas, latencia e ilustradores). Precisamente, esa consideración de la elaboración del enunciado, tanto de verdad como, muy particularmente de mentira, ha sido uno de los objetivos de más interés. En concreto, se pretende indagar la influencia que sobre la precisión en la detección de mensajes verdaderos y falsos puede tener la elaboración previa de la respuesta por parte del emisor. Esta cuestión ha sido abordada en otros estudios, ofreciéndose resultados dispares. Mientras que para algunos la elaboración de las respuestas falsas dificulta su detección, para otros, la facilitaría. La elaboración de la respuesta podría influir el proceso de detección, bien por presentarse indicadores conductuales diferentes para las respuestas espontáneas y planeadas como por implicar procesos cognitivos y emocionales diferentes. Asímismo, un mensaje más elaborado podría ser más estructurado formalmente, aportar más datos, y resultar más convincente.