En la
tradición de Aristóteles, durante mucho tiempo, el dolor se concibió como una
forma particular de la emoción, una dimensión del afectado en su intimidad. Más
tarde, la filosofía mecanicista, en particular en la obra de Descartes, definió
el dolor como una sensación producida por el mecanismo corporal. Se ocultaba la
parte del hombre en la construcción del sufrimiento; este se veía como un
efecto mecánico de saturación, simple consecuencia de un exceso de búsqueda de
sentido. La biología gozaba el privilegio de estudiar el “mecanismo” del
influjo doloroso, describir con la objetividad requerida el origen, el
recorrido, y el punto de llegada de un estímulo. La psicología o la filosofía
relataban la anécdota del dolor, es decir, la experiencia subjetiva del individuo.
Esta teoría desemboca en la idea de la especifidad de un sistema receptor
cutáneo que transportaba directamente una excitación nerviosa, gracias a fibras
propias, hasta un centro del dolor situado en el cerebro. La mecánica neuronal
y cerebral conduce el influjo doloroso y así lo sustenta; el hombre no es más
que una hipótesis secundaria, y hasta desdeñable, el fenómeno sólo concierne a
la “máquina del cuerpo”. Sin embargo, para comprender las sensaciones en las
cuales está en juego el cuerpo no hay que buscar en el cuerpo, sino en el
individuo, con toda la complejidad de su historia personal.
Las emociones más directamente relacionadas con el dolor son el miedo y la tristeza, y llevan a un conjunto de cambios fisiológicos, cognitivos y conductuales que pueden caracterizarse clínicamente con los rótulos de ansiedad y depresión. Tanto la ansiedad como la depresión producen un agravamiento en el problema del dolor. Este agravamiento se produce principalmente, por la actitud pasiva, la reducción de la actividad general, la adopción del rol de enfermo, de incapacitado, etc. Todos estos cambios afectan negativamente al paciente en general, y también dificulta seriamente la solución del problema del dolor. Otra emoción que suele estar asociada a la valoración cognitiva del dolor, y a la que se le ha prestado menor atención es la ira. Algunos autores consideran que la respuesta natural al dolor es la ira. La ira se va a expresar mediante rasgos o factores de predisposición como la hostilidad, o más allá, como mediante la agresión. También desde un punto de vista clínico, como es conocido, la ira puede ir dirigida hacia el propio paciente, hacia los demás, o como punto intermedio entre ambas la agresividad pasiva. Esta agresividad, supone una comunicación a los demás de la ira en términos encubiertos, no cooperativos, a diferencia de la presentación manifiesta de la ira. Cuando la ira se expresa, a pesar de su fuerte rechazo social, se producen un sinnúmero de problemas. Algunos autores se refieren a la hostilidad cínica para hablar de una forma de comportarse los pacientes de dolor crónico, que mantienen una actitud de desconfianza y resentimiento, dificultan, sí no impiden, la relación terapéutica. La alternativa más adecuada es la regulación de la ira. Esto es, buscar una expresión adecuada y positiva de ésta. Se trata de abordar la situación negativa y desagradable de padecer un dolor crónico como un medio para aprender y ser capaz de resolverlo eficazmente, sin reprimir las emociones. La ansiedad y la depresión son, desde un punto de vista clínico, los factores emocionales más importantes en el estudio y tratamiento del dolor crónico.
La ansiedad, en tanto que activación fisiológica no es necesariamente negativa en la modulación del dolor. Tradicionalmente se ha considerado que el miedo y la ansiedad producían una disminución de dolor. La propuesta de Bolles y Fanselow fue muy sugerente, puesto que con argumentos biológicos y de comportamiento adaptativo defendía una inducción de la modulación del dolor mediante la generación de miedo y ansiedad. Esto planteaba la paradoja de que el dolor podría ser reducido por la ansiedad y el miedo que producía el mismo dolor. Los conocimientos actuales apoyan en parte la posición de Bolles y Fanselow, el miedo y la ansiedad pueden reducir el dolor, pero solo cuando dicho miedo y/o ansiedad está producido por una situación que no tiene que ver con el dolor. Por otro lado, la ansiedad derivada del dolor produce un aumento en la percepción de este. Janssen y Arntz, han desentrañado en parte el medio por el que esas situaciones ajenas al dolor que provocan miedo o ansiedad reducen el dolor. Ejercen su efecto positivo porque disminuyen el foco de atención sobre el dolor, así el hecho de atender de forma intensa (hasta el extremo que provoque ansiedad) a una situación ajena al dolor, provoca la reducción de este. Por otro lado, resulta también posible que el aumento en la liberación de opiáceos endógenos ligados a la exposición a la situación ansiógena, facilite el sistema de modulación antinociceptivo. Por tanto las emociones pueden ejercer un efecto positivo, desde el punto de vista atencional y de modulación nociceptiva, siempre que no estén relacionadas con el dolor.
El dolor:tema conocido desde el origen de los tiempos.
ResponderEliminar¡Todos hemos sufrido dolor alguna vez!... ¿pero hemos advertido cuál es nuestra actitud frente a él?
Obviamente no...
El autor nos dice que nos resistimos, o nos debilita o, simplemente,lo integramos a nuestra vida y nos adecuamos a él...
Lo presenta como "un hecho situacional "que es íntimo y personal,pero impregnado de todo el entorno social,cultural, educacional etc.
Luego nos presenta cómo ha sido abordado el dolor por grandes estudiosos,además de la biología, la sicología etc...
Labbé nos hace notar los sentimientos que se generan junto al dolor: el miedo y la tristeza y cómo estos,por los cambios que producen en el que lo sufre, puede llevarnos desde la ansiedad a la depresión contaminándose también con la ira y transformando al doliente en un ser incapacitado,
pasivo,que se sabe enfermo y que no permite ser apoyado debido a su ira contra él mismo o contra los otros.
Sin duda, un buen análisis del dolor y nuestra reacción frente a él.
Un artículo que trata el tema con respeto,objetivid
ad y conocimiento, sin caer en lo sensiblero.El autor nos conduce,delicadamente,por los caminos que todos,alguna vez, recorrimos y de esta manera identifiquemos cómo abordamos el problema del dolor ... No me cabe duda, que el autor conoce muy bien el tema y sabe de lo que habla presentándolo de manera muy clara y sencilla ...