“Piénsalo bien y reconoce que no hay amigo
como el árbol, adonde quiera que te vuelvas
siempre lo encuentras a tu lado, vayas pisando
tierra firme o móvil mar alborotado, estés
meciéndote en la cuna o bien un día agonizando,
más fiel que el vidrio del espejo y más sumiso
que un esclavo.“
Nicanor Parra
Las conversaciones
Según el diccionario, el lenguaje es la
capacidad que las personas tienen de expresarse. Visto así, solo nosotros
seríamos capaces de hablar, ya que el concepto está limitado a nuestra especie.
Pero ¿no sería interesante saber si los árboles también son capaces de
expresarse? Pero ¿cómo? En todo caso no hay nada que oír, ya que
definitivamente son silenciosos. El sonido de las ramas mecidas por el viento,
el murmullo del follaje se producen de forma pasiva y no son influidos por los
árboles. No obstante, éstos se hacen notar mediante sustancias odoríferas.
¿Sustancias odoríferas como medio de expresión? Incluso para nosotros, los
humanos, no nos resulta ajeno. ¿Para qué si no se utilizan los desodorantes y
los perfumes? E incluso sin utilizarlos, nuestro propio olor habla al
consciente y al subconsciente de las otras personas. Algunas personas
simplemente no desprenden olor, mientras que otras desprenden un olor intenso.
Desde el punto de vista científico, las feromonas presentes en el sudor son en
este sentido incluso decisivas para decidir con quién queremos estar. Así pues,
disponemos de un lenguaje de olores secreto, algo de lo que los árboles también
pueden presumir. Por otra parte, hace cuatro siglos se hizo una observación en
la sabana africana. Allí, las jirafas se alimentan de las acacias de copa
plana, lo que a estos árboles no les gusta nada. Para ahuyentar a los grandes
herbívoros, las acacias envían en cuestión de minutos sustancias tóxicas a las
hojas. Las jirafas lo saben y pasan al siguiente árbol. ¿El siguiente? Primero
dejan unos cuantos ejemplares a la izquierda y siguen con su festín unos cien
metros más allá. El motivo es asombroso: la acacia atacada emite un gas de
aviso (en este caso etileno), el cual indica a los congéneres de los
alrededores que se aproxima un peligro. De esta manera, todos los ejemplares
que reciben el aviso envían también sustancias tóxicas para prepararse. Las
jirafas conocen este juego, por lo que avanzan un poco más a través de la sabana,
donde encuentran árboles que no han sido avisados. O bien, trabajan contra el
viento. Ya que los olores se expanden con el viento hacia los árboles vecinos
y, si los animales se mueven en la dirección contraria del viento, encuentran
acacias cercanas que no han sido avisadas de su presencia. Estos procesos
también tienen lugar en nuestros bosques, bien se trate de hayas, píceas o
robles. Todos detectan la presencia de alguien que merodea cerca de ellos.
Cuando una oruga intrépida pega un mordisco, el tejido de alrededor se altera.
Además envía señales eléctricas, de la misma forma que ocurre en el cuerpo
humano cuando éste es agredido. Sin embargo, este impulso no se propaga de la
misma forma que en nosotros, sino sólo un centímetro por minuto. Así pues, se
necesita alrededor de una hora hasta que las sustancias tóxicas se depositan en
las hojas para estropear el festín a los parásitos. Evidentemente los árboles
son lentos, e incluso en peligro, la alta velocidad no es lo suyo. A pesar de
este ritmo lento las distintas partes del árbol no funcionan de manera aislada.
Por ejemplo, si las raíces están en dificultades, la información se extiende
por todo el árbol y puede provocar que, a través de las hojas, se liberen
sustancias olorosas. No cualquier sustancia, sino especialmente adecuada para
un determinado objetivo. Se trata de otra característica que puede ayudarle a
defenderse de la agresión, ya que ante algunos tipos de insectos reconoce de
qué villano se trata.
Las raíces interconectadas
Sorprendentemente, las instrucciones no se transmiten sólo químicamente, sino también eléctricamente, con una velocidad de un centímetro por segundo. Comparado con nuestro cuerpo, es obvio que esto es muy lento, pero en el mundo animal existen especies como por ejemplo las medusas o los gusanos en las cuales la velocidad de transmisión de los estímulos es similar. Tan pronto como se ha propagado el aviso, todos los robles de los alrededores bombean taninos a través de sus vasos. Las raíces de un árbol se extienden ampliamente, más del doble de la amplitud de su copa. Así, se producen entrecruzamientos con las raíces subterráneas de los árboles vecinos y contactos a través de adherencias, aunque no en todos los casos, ya que en el bosque también existen las almas solitarias y tipos raros que no quieren tener nada que ver con los colegas. ¿Pueden estos gruñones bloquear las señales de alarma simplemente no compartiéndolas? Afortunadamente no, ya que para asegurar la rápida propagación de los avisos, en la mayor parte de los casos se intercalan hongos. Éstos actúan como la fibra de vidrio de las conducciones de internet. Los finos filamentos atraviesan el suelo y lo entretejen con una densidad prácticamente impensable. Así, una cucharadita de tierra del bosque contiene varios kilómetros de estas “hifas”. A lo largo de los siglos, una única seta puede expandirse varios kilómetros cuadrados y crear una red que se extienda por todo el bosque.Los hongos o setas comestibles se definen como
macrohongos que pueden crecer por encima opor debajo del suelo y cuyo cuerpo fructífero
visible y distintivo suele ser el material recogido
y consumido como alimento. Existe diferencia
entre lo que se denomina un hongo y una seta;
el hongo, es la parte que se encuentra debajo
de la tierra o del medio de cultivo, mientras que la seta,
es la parte visible y comestible.
Generalmente, a las setas también se
les conoce como hongos comestibles.
A través de
sus conducciones pasa la información de un árbol a otro y de esta manera les
ayudan a agilizar el paso de información sobre insectos, sequías y otros
peligros. Qué y cuánta información es intercambiada es algo que hasta el
momento está en fase inicial de investigación. Posiblemente existe también
contacto entre distintas especies arbóreas, incluso aunque entre ellas se
consideren competencia. Asimismo, los hongos siguen su propia estrategia y esta
puede ser muy intermediaria y equilibrante.
Nuevamente,el autor nos sorprende al presentar un tema en el cual, muchas veces, no reparamos:¡Cómo se comunican los árboles.!Si bien es cierto,se conoce desde algún tiempo que ellos utilizan una una sofisticada red de impulsos eléctricos para comunicarse a través de sus enmarañadas raíces subterráneas, ahora nos presenta otros códigos usados tanto para defenderse como para beneficiarse:la toxicidad usada en forma de substancia u olores ...y que cumplen muy bien su cometido,aunque su lentitud o el sentido del viento les juegue en contra .
ResponderEliminarSe puede advertir la admiración del autor por los árboles llegando, en un momento hasta a humanizarlos, mostrando a algunos de estos ejemplares como solitarios,nada de receptivos a la comunicación de sus congéneres y llevando una vida, propia y personal .
Comentario grato de leer por el tono coloquial y, a veces,apelativo, usado por Labbé .