martes, 22 de marzo de 2022

NIETZSCHE Y SU MÚSICA

"El entrenamiento musical es un instrumento 
más potente que cualquier otro porque 
el ritmo y la armonía encuentran 
su camino en los más profundo del alma.”
Platón


"Una vez creado, el sonido dura para siempre." 
Nikola Tesla


Nietzsche era un apasionado de la música, de hecho el título completo de su primera obra es "El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música" (Cosa importante porque usualmente se olvida la segunda parte).
El primer Nietzsche que escribió dicho libro (siguiendo a Hegel) consideraba a la música como la forma de arte superior porque se trata de un estilo dionisiaco puramente abstracto que se abstrae del simbolismo del lenguaje para producir belleza, de modo que ningún lenguaje puede llegar a simbolizar lo que es la música, que habla directamente al núcleo de lo que Nietzsche llamó el “Uno primordial”.

Filosofía de Hegel
La pretensión más general de su filosofía 
podría decirse que es la de explicar 
lógicamente el proceso a través del cual
lo real y la verdad llegan a constituirse
como tales, ello mediante la exposición 
sistemática de la racionalidad intrínseca
 de todo lo efectivamente 
dado en el mundo.

Dionisíaco
Propio de la naturaleza atribuida al 
dios griego Dioniso (dios del vino y
de la sensualidad) o relacionado con 
ella. El término "dionisíaco" fue 
introducido por Nietzsche en filosofía,
en su obra "El origen de la tragedia"
para referirse al componente pasional, 
oscuro, vital que,  en la tragedia 
griega (y en las de Esquilo, principalmente)
armonizándose con lo apolíneo 
(que poseía caracteres opuestos) 
contribuía a hacer de ésta la 
expresión serena y elevada 
de la relación de los griegos con
 la vida y con la naturaleza.


"Con el lenguaje es imposible alcanzar de modo exhaustivo el simbolismo universal de la música" (aseguraba Nietzsche), precisamente porque esta se refiere de manera simbólica a la contradicción primordial y al dolor primordial existentes en el corazón de lo "Uno primordial", y, por tanto, simboliza una esfera que está por encima y antes de toda apariencia. Comparada con ella, toda apariencia es sólo símbolo; por ello el lenguaje, en cuanto órgano y símbolo de las apariencias, nunca ni en ningún lugar puede extraverter la interioridad más honda de la música, sino que, tan pronto como se lanza a imitar a esta, queda siempre únicamente en un contacto externo con ella. Nietzsche decía: "que la música era un hechizo. Una bruja que pervierte y absorbe. Y que no tenía nada que ver su procedencia con las musas ni las sirenas, como decían otros filósofos". La música, decía Nietzsche, es trágica y melancólica. Y estaba seguro de que nunca había conocido un filósofo que en esencia hubiera sido un músico. Nietzsche se proclamaba a sí mismo como una excepción. Así que le escribió a su amigo y confesor Peter Gast: "La vida sin la música es sencillamente un error, una fatiga, un exilio".

Era el año 1877, en septiembre. Nietzsche tenía sólo 33 años y le faltaban 23 para morir. 140 años después, el pianista holandés Jeroen van Veen acaba de entregar el intento más serio por difundir las composiciones del filósofo en un disco llamado "Nietzsche Piano Music". Nietzsche era un apasionado de la composición musical.

Nietzsche recibió una educación musical bastante completa: tocaba el piano e improvisaba con bastante calidad, y a los diez años compuso su primera sonatina. Sin embargo, esta formación musical no fue suficiente para hacer de él un verdadero compositor y él mismo se autodefinía como un aficionado. Aún así, buscó con ahínco el reconocimiento de algunos profesionales y encajó bastante mal las críticas (algunas de ellas, realmente crueles). A lo largo de su vida, escribió un considerable número de obras, aunque es cierto que algunas de ellas quedaron inconclusas. Éstas son, en su mayor parte y de forma sorprendente, piezas de carácter religioso que muestran más su admiración por los compositores clásicos que un verdadero sentimiento religioso por parte de su autor. Entre ellas, hay un Miserere a cinco voces, un Oratorio de Navidad y una Misa para solista, coros y orquesta.

Su catálogo de obras, incluyendo las inconclusas, las anotaciones y los apuntes, es bastante amplia. En 1976, la editorial Bärenreiter-Verlag publicó, bajo la supervisión de Curt Paul Janz, uno de los principales biógrafos del filósofo, la recopilación de todas esas piezas y es bastante voluminosa. Entre todas, destacan particularmente sus lieder y sus obras para piano, varias de ellas a cuatro manos. Claramente, las formas breves y reducidas en su instrumentación eran las más adecuadas a su escritura. Hay que ser capaz de encontrar magia en lo simbólico y efímero como la música.

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