“Y no hables
más muchacha, corazón de tiza.
Cuando todo duerma, te robaré un color.”
Luis Alberto Spinetta
Hay
solamente dos razas
(y ellos no son distinguidos por el color): los que están
libres y los que no.
Gerry Spence
Caballo
Negro
Caballo
negro galopa tranquilo al viento
así te han
visto mis ojos
y mi corazón
contento
Caballo
negro la noche te anda buscando
Viene con un
manto de estrellas
mientras mis
ojos van llorando
Caballo negro
qué caminos recorriste
una ancha
senda de nubes
y senderos
llenos de cruces
Caballo,
noble caballo
tendrás tu
estrella morena
su luz vendrá
por la noche
vendrá a
calmar esta pena
Te buscaré
en la noche
Y entre los
cerros relucirá
de lejos tu
negro pelo,
y tú,
caballo negro,
tendrás alas
de plata
allá en el
cielo.
Lo primero que debemos tener en cuenta al estudiar los
orígenes del color y sus causas, es constatar un hecho muy importante y
aparentemente contradictorio; este es que el color no existe. El color no es
una propiedad física de los objetos, en contra de lo que generalmente se
piensa, las cosas no son de un color determinado. La hierba no es verde, sino
que nos parece verde. Una amapola no es roja, sino que nos parece roja.
El ojo humano tiene en la retina 2 tipos de sensores a la
radiación electromagnética: los Bastones y los Conos. Los bastones, de los
cuales poseemos más de 100 millones, son células que sólo detectan el número de
fotones (cuantos de luz) que llegan a ellas, independientemente de la longitud
de onda de la radiación (siempre que ésta se encuentre dentro del rango en que
son sensibles, es decir, 380 a 760 nanometros). Debido al elevado número de
detectores con ellos podemos ver detalles muy finos y además, son muy
sensibles, por lo que podemos discernir entre variaciones muy pequeñas de
intensidad. Sin embargo, está claro que con estas células sólo obtenemos imágenes
en blanco y negro dada su incapacidad para diferenciar distintas longitudes de
onda. Este es el único tipo de fotoreceptor que se encuentra en la mayoría de
los animales, a causa de lo cual sólo pueden percibir el mundo que les rodea en
blanco y negro. Los conos, que no llegan a 7 millones, son por su parte células
sensoras mucho más especializadas que sólo aparecen en el ojo del hombre y los
primates. De la misma forma que los bastones, únicamente detectan el número de
fotones que llegan a ellas. A los especialistas en la materia les gusta decir
que los conos son ciegos al color, queriendo con ello subrayar que ni siquiera
estas células especializadas son capaces de distinguir longitudes de onda
diferentes. La información captada por los conos necesita ser postprocesada
para deducir la longitud de onda que las excitó. Esta deducción es materia
exclusiva del cerebro, por lo que aquí merece la pena volver a recalcar que es
el cerebro y sólo él, el que consigue descifrar la composición espectral
(proporción de cada longitud de onda) de la radiación recibida por los
fotoreceptores. En realidad el cerebro genera sensaciones especiales para unos
pocos pigmentos o tintas a los que adorna con cualidades como brillo o
saturación. En realidad no vemos con los ojos, sino que vemos con el cerebro.
Isaac Newton
Fue el primer físico que descubrió (en los años 1672-1676)
que el color surge de la luz. Para demostrarlo realizó un experimento que
consistía en pasar un hilo de luz solar por un prisma de cristal triangular, en
una habitación oscura.
Johann Wolfgang von Goethe
Un siglo después de Newton, el filósofo y escritor alemán, postulo
que la luz era pura y qué, cuando está sometida a medios opacos y nebulosos,
las superficies absorbían parte de la luz blanca y por esto se podían ver los
colores. De esta manera enunciaba el efecto de absorción y reflexión de las
superficies.
Discípulo de Goethe, propuso la hipótesis de que el color
blanco se produce en la retina del ojo cuando se recibe una acción plena; ante
la ausencia de acción, el color resultante es el color negro. Decía que cuando
vemos un color luminoso y cerramos los ojos, observamos la aparición de la
postimagen de un color, dicho de otra manera; propuso parejas de colores
complementarios: cuando miramos una luz roja, aparece la postimagen de la luz
verde; si es amarilla aparece el violeta; si es una luz azul, después aparece
el color naranja.
Tomas Young
Afirmó que la luz blanca se podía simplificar en tres
colores básicos: azul, rojo y verde. Para demostrarlo utilizo seis linternas
con la luces del arcoíris: violeta, azul, verde, amarillo, naranja y rojo. Al
mezclar estas luces comprobó que con los tres colores de luz básicos se podía
obtener el resto de los colores.
James Clerk Maxwell
Demostró que la luz es una forma de energía que se propaga
por dos campos, uno eléctrico y otro magnético, y que, al igual que los rayos
X, la radio o el radar, se transmite a gran velocidad, en línea recta y
formando ondas. Para medir la longitud de onda, es decir, las distancias entre
las crestas de las ondas y su altura se utiliza como unidad de medida el
nanómetro (nm).
El ser humano solo es capaz de percibir a través de los ojos
las ondas electromagnéticas que oscilan entre 380 y 720 nm.
¡ Imposible no seguir leyendo, cuando el autor inicia el artículo afirmando que no existe el color !
ResponderEliminar¡Pero si vemos en colores ...! Y, a veces, hasta soñamos en colores ...!
A pesar de todos los datos científicos y explicaciones aclaratorias , el autor, nos conduce ,con un estilo sencillo y
directo ,a adentrarnos y conocer el proceso que se recorre para poder " ver en colores ".Una vez más debemos reconocer la gran importancia de nuestro cerebro..
Me parece un buen artículo que , de alguna manera, acerca el saber científico a las personas y nos permita conocer, otro aspecto más de cómo funciona
nuestro cerebro!
Ahora, también puedo decir, junto
a Romain Labbé, que el color no existe ...!