viernes, 30 de agosto de 2019

OBITUARIO

"Antes de que nos olviden
Haremos historia.
No andaremos de rodillas;
El alma no tiene la culpa.

Antes de que nos olviden
Rasgaremos paredes
Y buscaremos restos;
No importa si fue nuestra vida.

Antes de que nos olviden
Nos evaporaremos en magueyes,
Y subiremos hasta el cielo
Y bajaremos con la lluvia.

Antes de que nos olviden
Romperemos jaulas,
Y gritaremos la fuga;
No hay que condenar el alma.

Aunque tú me olvides,
Te pondré en un altar de veladoras,
Y en cada una pondré tu nombre,
Y cuidare de tu alma.
Amén."

Antes de que nos olviden
Caifanes

“Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: "Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias." Pero no quiere decir nada. Quizá haya sido ayer.
 "El asilo de ancianos está en Marengo, a ochenta kilómetros de Argel. Tomaré el autobús a las dos y llegaré por la tarde. De esa manera podré velarla, y regresaré mañana por la noche. Pedí dos días de licencia a mi patrón y no pudo negármelos ante una excusa semejante. Pero no parecía satisfecho. Llegué a decirle: «No es culpa mía». No me respondió. Pensé entonces que no debía haberle dicho esto. Al fin y al cabo, no tenía por qué excusarme. Más bien le correspondía a él presentarme las condolencias. Pero lo hará sin duda pasado mañana, cuando me vea de luto. Por ahora, es un poco como si mamá no estuviera muerta. Después del entierro, por el contrario, será un asunto archivado y todo habrá adquirido aspecto más oficial.”

El extranjero
Albert Camus


Es exquisita la tácita espera por la muerte; una agridulce estadía en medio de la vaga tristeza  propia de la melancolía y ese faltante característico de la nostalgia. Morir es un placer similar
a compartir un colchón irónicamente,  impregnado de soledad. Es un silencioso y absurdo deleite muy parecido a saber que el salario no es tal, que en realidad es el símbolo del hambre y del deleite morboso del rico, que la esperanza por del oro no sirve para alcanzar la quincena o perder el encendedor para encender el cigarrillo. El sonido de la calle distorsiona mis pensamientos, se amontonan las causticidades, encontrar cigarrillos cuando se ha dejado el vicio o conservar la leche aún después de cortada, limpiar pinceles usados con las memorias encerradas en el obituario y mirar una cruz que solo existe en mi mente.
Entonces se mitiga la expectativa comprando un lote en el cementerio  para sepultar los años que restan y para comprobar lo que mi mente me niega, camino, respiro, saco unos pocos pesos del bolsillo y compro el periódico para ver el espacio en blanco en la página del obituario.



1 comentario:

  1. ¡La muerte siempre presente en nuestras vidas y tan ausente en nuestro diario vivir...!
    El autor nos habla de la muerte,pero no de la propia , sino la de un ser amado.La espera de una vida que acaba,el final de los proyectos y el abandono por las urgencias cotidianas.Es testigo no deseado ," de una agridulce estadía
    en medio de la vaga tristeza"...
    El ser querido está presente, pero se asiste a su lento desasimiento de la vida ...
    La nostalgia de dulces momentos
    compartidos,es una constante en su mente...Esta espera se vive y se sufre en absoluta soledad.
    El mundo exterior con sus ajetreos y vulgaridades , propias del diario vivir, no es apetecible.El sentimiento de futura orfandad lo impregna todo, sin poder escabullirse a él...
    En resumen, una dolorosa y personal reflexión sobre un momento que todos, de una forma u otra, deberemos afrontar ...

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