Para no hundirme en las profundidades y en las tinieblas de
la desmemoria retomé el concepto de lo aprendido. Pero ya era tarde, no
recordaba, tomé un libro con mis típicos subrayados, leí nuevamente como si
fuera la primera vez y descubrí por enésima primera vez a los lotófagos, aquel
pueblo que vivía en una isla donde fueron a parar Ulises y sus amigos y cuyo
principal atractivo era comer el fruto del loto y entrar así en el mar del
olvido.
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