“Tarde o temprano el tiempo surge de nuevo, inexorablemente,
porque no hay remedio humano posible contra el tiempo, o al menos no lo
conocemos. Entonces los amantes descubren que aunque en la caricia el tiempo no
cuenta, Kronos regresará, interrumpirá el beso con su fuerza y les recordará
que son seres finitos, frágiles y vulnerables, les recordará que viven a merced
del cambio y de la transformación, de la caducidad y de la muerte”
“El hombre
es ese ser que se angustia y, es más profundamente hombre, cuanto más
profundamente se angustia”.
Sören
Kierkegaard
La muerte es una imagen de la finitud humana y el
desconocimiento de lo que sucede después de la muerte es una consecuencia de
las limitaciones del ser humano; frente a tales limitaciones, frente a la
finitud lo único que debe hacer el hombre sabio es reconocerse finito. Será más
sabio cuanto tenga más conciencia de lo finito-infinito a partir del
reconocimiento de la condición de finitud del sujeto cognoscente. En la
filosofía de Sócrates observamos un movimiento pendular desde lo infinito como
posibilidad de reflexión a lo finito como clausura, frente a un objeto de
pensamiento-conocimiento que no es posible aprender, la finitud humana funciona
como una clausura que afirma la ignorancia; podemos decir que no se formula
como una clausura a la reflexión en términos absolutos, afirma la ignorancia y
eso en planteo socrático significa más
que afirmar o negar algo sobre un objeto que no se conoce o no es posible
conocer. La finitud humana se reconoce a sí misma como tal a partir de la
formulación y aceptación del postulado de la ignorancia y de la negación de la
posibilidad de conocer lo que exista después de la muerte.
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