martes, 10 de septiembre de 2019

MALDAD

“El infierno está vacío y los demonios están aquí”
William Shakespeare

 El Primer Duelo o El Despertar de la Tristeza
 William Adolphe Bouguereau - 1888


“Yahveh dijo a Caín: ¿Dónde está tu hermano Abel?

 Contestó: No sé. ¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano?

Replicó Yahveh: ¿Qué has hecho? 

Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo."

Libro de Génesis 4 (9-10)



“Y vió Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, 

y que todo designio de los pensamientos del corazón 

de ellos era de continuo solamente el mal.

Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón.”

Libro de Génesis 6 (5-6)




Las crueldades padecidas por millones de seres humanos durante el siglo XX no dejan de impresionar: guerras civiles y mundiales, bombardeos que arrasan ciudades, sistemas políticos totalitarios, campos de exterminio, campos de trabajo, bombas atómicas, genocidios, matanzas tribales, atentados terroristas, torturas, persecuciones religiosas, etc. Y no menos en estas dos primeras décadas del nuevo siglo: los medios audiovisuales difunden cotidianamente noticias y reportajes sobre asesinatos, degollamientos, vilezas, perversiones, atrocidades, violencia contra las mujeres, que dejan a centenares de miles de espectadores aterrorizados, indignados, sin aliento, confusos. La contemplación de tanto dolor y sufrimiento, además de conmover, ha originado agudos interrogantes en torno al origen, causas y efectos del mal en la vida humana.

Estamos ante uno de los problemas morales con mayores obstáculos para ser esclarecido por parte de la filosofía. Sin embargo, a pesar de esto, o quizá por ello mismo, la filosofía no puede dejar de analizar la maldad desde diversas perspectivas, todas ellas interconectadas: metafísicas, epistemológicas, religiosas, antropológicas, éticas, políticas e incluso estéticas. El enigma o misterio del mal es uno de los más constantes acicates del pensamiento. Sin las muertes, dolores y sufrimientos que produce la maldad, quizá el filosofar hubiera sido apagado por los avances científicos y tecnológicos. Hay dimensiones del existir en sociedad que provocan persistentes preguntas en torno a la naturaleza humana, a las facultades que la caracterizan, entre ellas la inteligencia y la libertad.
Una de las tareas principales de la filosofía moral y teoría política consiste en ofrecer razones en contra de las incorrecciones, inmoralidades, injusticias y maldades: cotidianas o históricas, superables o imperdonables, sutiles o brutales.
Pero ¿es posible una delimitación conceptual de la maldad humana?
Intuitivamente podemos comprender que remite a aquellas acciones voluntarias de sujetos libres que provocan dolores y sufrimientos injustificados a otras personas en un contexto social en el que suele haber testigos que las reprueban, apoyan o incluso ante ellas se muestran indiferentes. Según esta definición, cabe investigar la maldad desde tres ángulos personales, en parte complementarios:

1.- Quién realiza el mal de modo voluntario.
2.- Quién padece el daño.
3.- Quién contempla la acción malvada.

Lo que Leibniz denomina mal moral puede ser expresado con mayor acierto por quién desconozca la clasificación leibniziana, como que existen malas acciones que pueden alcanzar una cierta justificación en determinados casos. La expresión “mal moral” tal vez sugiere que al igual que hay malas acciones y malas personas tildadas de inmorales, también puede haber malas acciones y malas personas consideradas como morales, es decir, que consiguen alcanzar algún tipo de bien para sí o para otros, a pesar de violar un determinado código ético vigente en un concreto marco social o tradición. El mal moral cabría incluso ser concebido como mal menor, una elección o comportamiento que aunque posee ingredientes de mal, es mejor que otras decisiones o actos, que sí son claramente malvados o injustos. La maldad, sin el adjetivo o calificativo de “moral”. No es necesario. El sustantivo se refiere, por tanto, a las decisiones y acciones que realizan libremente personas y por ello son los responsables, pero con tal grado de perversión y crueldad que constituyen un es cándalo para el común de los mortales, de difícil comprensión, una injusticia imposible, humanamente, de perdonar y subsanar. No podemos abandonar la tarea intelectual de esclarecer por qué los seres humanos libres extienden el mal a su alrededor más de lo imaginable, cuáles son los retos filosóficos que plantea tal sobreabundancia de maldades y dolores inútiles, y cómo se produce su contagio social patente en guerras, masacres y crímenes. De lo contrario permaneceremos sumergidos en una ceguera y pasividad lamentables ante uno de los problemas teóricos y prácticos más complejos a los que se ha tenido que enfrentar nuestra especie desde el inicio de la humanización.


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