“Mi padre nunca había estado tan cerca de mí
como en los momentos en
que creí haberlo perdido.”
Osvaldo Soriano
“Mi padre, un indio de ojos amarillos,
provenía del lugar donde se
juntan cien ríos,
olía a bosque y nunca miraba al cielo de frente,
porque se
había criado bajo la cúpula
de los árboles y la luz le parecía
indecente... "
Eva Luna
Isabel Allende
“Llegará un momento en que, a base de tropezar,
dejarás de ser hijo
para poder ser padre.
Y no sólo de una chica risueña como Aroha.
Aprenderás a
ser padre de tus actos y
de sus consecuencias, es decir, de tu destino. "
El cuaderno de aroha
Francesc Miralles
“Diga a mi padre que quiero regresar a casa...
Y dígale también que
quiero ser su hijo.”
El Padrino
Mario Puzo
“Nada vuelve a estar del todo bien
cuando un padre muere ¿verdad?
No
importa lo bien que vayan las cosas,
siempre da la impresión de que algo no
está del todo bien... "
Los que nos salvaron
Jenna Blum
El
recuerdo se convierte en un obsesivo estampado sobre la tela que representa el
nexo entre la vida de una persona y lo que queda de él tras su muerte. Su
cuerpo rescatado de la morgue fue vestido y depositado sin delicadeza sobre el paño
de seda (o así parecía al menos el que traía la base del ataúd). Antes de esto ya me
pareció que su cadáver había sido metido de algún modo en un espacio rectangular especialmente diseñado y construido
para muertos.
Recuerdo haber ido seguido a visitar
la lápida, lo único que podía ver. Primero fui con flores, después me
conformaba con solo ir y mirar su nombre escrito por un artesano quien lo
subrayó con el típico Q.E.P.D. Al pasar los años ya no hubo flores ni tiempo
disponible para visitas. Hace poco volví a ir, fui a visitar su tumba y no encontré a nadie, una tumba árida y seca, y yo con poco tiempo para regalar (tal vez para pagar una culpa que ni yo estaba
dispuesto a aceptar). Una vez ahí y frente a la lápida busqué el romanticismo en
mi mente o lo que estuviese en el lugar destinado para ello, aun ahí solo encontré vacío. No había recuerdos. No había imágenes. No había dolor ni arrepentimiento.
Pensaba que lo peor de la visita era toparme con los desechos de los vínculos de esa vida que de cualquier forma ya no estaba. Algo cómo
si nunca hubiese tenido un padre vivo.
La contemplación
se limitó a bloques de concreto que estaban perfectamente ordenados.
En la
lápida de mi padre vi un número inscrito, el número H3421, fue el número que le
asignaron en el Registro Civil de fallecidos.
Ese día abandoné el cementerio como lo hice anteriormente
en mis visitas, zigzagueando dentro de una densa e infranqueable nube de humo
la figura de mi padre. Ese número resonaba en mi cabeza y siguió resonando
igual. Hoy mi padre es un número y yo sin culpa no he vuelto a ir.
Un descarnado relato de cómo la muerte nos arrebata todo: imágenes,recuerdos e,incluso," los
ResponderEliminardesechos de los vínculos"... ¡ Lo
perdemos todo!
Como si ese ser, tan determinante en nuestras vidas,jamás hubiese estado para uno ...
Quizás para convencernos de este tránsito tan traumático ,del paso de la vida a la muerte, es que se siente la urgente necesidad de visitar con frecuencia,al principio ,la tumba del que partió... Luego,dolorosamente convencido de
aquello,aceptamos
la realidad,y, poco a poco,el tiempo,la vida con sus urgencias cotidianas, nos permiten mitigar la tragedia de la partida . Los recuerdos se van desdibujando hasta perderse en la bruma del olvido ...
La muerte nos arrebata todo ...
Con un lenguaje desprovisto de eufemismos, el autor nos habla de rigor mortis, fractura de cuerpo,ataúd,de la labor mecánica y desprovista de todo sentimiento de los sepultureros,de el número como única constatación que hubo un ser viviente allí...
" Padre que no estás"... un acertado título que logra hacernos sentir la desoladora orfandad a la que nos remite la partida de los que amamos...
Olvidamos casi todo...ya no duele ... pero el sentimiento amoroso permanecerá por siempre en nosotros ...¡Eso..la muerte no nos puede arrebatar ...!
Un doloroso y realista trabajo.