martes, 9 de abril de 2019

LA MUERTE DE UN HIJO




“La desgracia no habla, solo murmura en el fondo del corazón hasta que lo quiebra.”


“…y, esa pregunta sin respuesta:
Por qué
Tan dulce
Tan pequeño
Tan pronto”


“El tiempo puede echarte abajo
El tiempo puede doblar tus rodillas
El tiempo puede romper tu corazón
Hacerte pedir por favor
Por favor”

Lágrimas del cielo
Eric Clapton



Conversación
Patricio: Hola Ricardo, ¿me contaron que tu hijo había muerto?
Ricardo: Si, así fue.
Patricio: ¿Y… qué edad tenía?
Ricardo: cinco años.
Patricio: Ah! Pero era chico.

Esta conversación real refleja el total desconocimiento que se tiene frente al hecho mismo de la muerte, y más aun de la muerte de un hijo. Pareciera que las personas tienden a relacionar la muerte con el tiempo de convivencia con la persona fallecida. “Ah! Pero era chico” acotó Patricio, olvidando por completo que la muerte es la “anti vida” y la vida no es solo el tránsito a la muerte, sino un mundo lleno de “vida”: Felicidad, sueños, ilusiones, amor… mucho amor, proyectos, amistad, complacencia, armonía, fascinación, etc.
Hablando con padres que han perdido a sus hijos he comprobado que en el caso de las futuras mamás, a la primera presunción de embarazo la idea cobra una extraordinaria vigencia, ellas no cuestionan si el “atraso” es de unas pocas semanas o un mes, sino que valoran la vida que llevan dentro. Están felices desde ese momento soñando con la maternidad. Para los hombres es algo menos visceral evidentemente,  no lo sentimos en las vísceras pero nos impregnamos de sueños compartidos por amor y de vez en cuando nos sorprendemos que nuestra imaginación vague también por la dicha de la maternidad.

La muerte de un hijo, sea esta en el vientre materno, niño, adolescente o adulto,  siempre afecta de la misma forma a los padres como a los miembros de la familia. Cada persona expresa el duelo de maneras muy diferentes. Todos los seres somos diferentes, por lo mismo sentimos la pérdida de modos distintos y tratamos de superar su duelo de forma diferente.
La muerte nunca pasa sin hacerse notar, destaca entre todos los horrores, por esto; después de su flagelo, nada será igual. Habrá que reordenar la hecatombe y armar nuevamente el castillo de naipes. En esta nueva normalidad, donde siempre habrá un antes y un después, la ausencia será presente y queramos o no, tendremos que acostumbrarnos a vivir con ella.

Tiempo
Duelo
Tiempo que pasa muy lento.
Duelo que no pasa.



Momificando el hijo en la memoria
La pérdida de un hijo se revela como un sufrimiento intenso y complejo, esto sucede porque la intensidad de la sintomatología y duración del proceso de luto frecuentemente difiere de los procesos de luto por otros tipos de pérdida. Para las madres, los sentimientos y el sufrimiento por la circunstancia de la muerte de los hijos son preservados y revividos en cada recuerdo. Inclusive cuando ocurrieron hace mucho tiempo. En las terapias cuando se les pregunta a las madres por el tema, cada una de ellas relata minuciosamente cada detalle del caso ocurrido con su hijo y describe la secuencia de los hechos en presente, con recuerdos de horarios, ropas, diálogos y deseos del hijo antes de morir, en este sentido los relatos revelan el persistente estado de unión, del vínculo de amor establecido con el hijo que murió, lo que genera elevados niveles de angustia. En la mayoría de los casos los discursos de las madres revelan que esas memorias son insoportables.
A pesar de no aceptar la muerte de los hijos, las madres no demuestran apego a objetos y pertenencias, o a la negación de la muerte del hijo, sin embargo, y es importante destacar; el apego a la memoria es de intensa magnitud, sobretodo en relación al hijo, las cuales son revividas intensamente, no importando cuanto tiempo haya pasado. Lo anterior hace pensar en una momificación de la memoria materna, que conduce a las madres a la desesperación y a una situación que no puede ser sustentada, pero también significa la preservación viva de un vínculo saludable con su hijo. Esa momificación en la memoria se revela como el retorno del hijo al útero materno, para la protección y privacidad de sentimientos maternos nobles y delicados. Esta momificación no significa la negación de la muerte del hijo, más bien demuestra una profunda unión afectiva.



Al margen de nuestra edad, todos tenemos sentimientos de duelo cuando fallece alguien a quien amamos. La mayoría de los padres, si no todos, afirman que la muerte de un hijo es una de las experiencias más devastadoras de la vida. El duelo es una experiencia dolorosa pero necesaria. Se trata de un proceso muy personal. De esta tragedia nadie puede ayudar a “salvar” a un padre o una madre, es el padre y la madre solos, ellos mismos los que deben salvarse.

El amor nunca muere
Así como los padres de los niños que aún viven aman incondicionalmente a sus hijos siempre y para siempre, también y del mismo modo lo hacen los padres en duelo. Por este motivo se hace necesario decir y escuchar su nombre, lo mismo que el resto de los padres que no lloran por la pérdida.
Porque los padres de hijos muertos los aman incondicionalmente.
Hasta el último día de vida.

El duelo para toda la vida
Está bien claro! No existe modo de superar el dolor por la muerte de un hijo. El dolor dura para siempre, porque el amor es para siempre.
La pérdida de un hijo no es un evento finito, es por el contrario una pérdida continua que se despliega minuto a minuto a lo largo de toda la vida, y que es recordada por cada evento, por cada circunstancia vital, por cada hito de crecimiento que ya no será y que pudo haber sido.


Pareciera paradójico, pero es la entrada al club de las almas brillantes. Ojalá nunca hubiese sido así, habría sido mejor no entrar a este club, desde luego, pero una vez dentro te das cuenta que hay muchos y muchas ahí, mujeres y hombres de corazón roto que valientemente se ponen de pie o por lo menos tratan de hacerlo. Con ellos hablas y entienden, y a nadie importa si tu hijo tuvo un mes o muchos años de edad.
Nadie te dirá: “Ah! Pero era chico.”



1 comentario:

  1. Me parece absolutamente innecesario analizar este texto :
    El autor sabe de lo que habla, lo ha vivido, lo ha sufrido y... siendo así, conoce perfectamente el dolor que, por siempre, acompañará su vida debido a la pérdida de un hijo.
    No hay consuelo ...
    No hay nada que mitigue ese dolor... ¡vivencias futuras truncadas,sueños incumplidos,
    caricias por disfrutar...
    Es interesante destacar que el autor menciona un concepto que es irrefutable : "la momificación del recuerdo " , porque esto es así . Momificamos todos los recuerdos de quién partió y eso, de alguna manera permite tener al ser amado,¡ vivo! junto a nosotros.
    Aunque es justo
    reconocer que, sin necesidad de estrategia alguna, el amor por el hijo ausente nunca será ocupado por los otros hermanos,si los hubiera, porque este amor es para siempre y tiene su lugar propio en nuestras vidas y ¡hasta el último latido del corazón ! sin conjeturar si tenía meses o era mayor ...

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