“Los científicos dicen que estamos hechos
de átomos,
pero a mí un pajarito me contó que estamos
hechos de historias”
Eduardo Galeano
"Aunque la sociedad
no lo mencione, el principal valor del conocimiento y de la educación es el de
ayudarnos a comprender la importancia de disciplinar la mente y de
comprometernos en acciones más sanas. El adecuado uso de la inteligencia y del
conocimiento debe llevarnos a emprender los cambios internos necesarios para
alentar la bondad".
En primer lugar, la
investigación indica que, cuando los padres reconocen las emociones negativas
de sus hijos (su ira y su tristeza) y
les ayudan a afrontarlas, éstos acaban desarrollando, con el paso del tiempo,
una mayor capacidad de regulación fisiológica de sus emociones y exhiben una
conducta más positiva. Cuando, por el contrario, los padres ignoran esas
emociones, se enfadan o castigan a sus hijos por tenerlas el niño parece sacar
la conclusión de que no debe compartir ciertas emociones y acaba
desconectándose de ellas. Sin embargo, de ese modo,
todavía se inquieta más, tanto fisiológica como psicológicamente, porque no,
por ello, la emoción desaparece y acaba entorpeciendo el establecimiento de una
confianza básica entre el niño y los adultos”. Según las observaciones
realizadas por Mary Ainsworth sobre la relación entre el hijo y su madre, hay
niños que, con un año, no buscan el contacto con su madre cuando están
alterados y afligidos, sino que, muy al contrario, lo rehúyen. Son niños que
tienen un problema de aproximación/evitación con respecto al contacto emocional
y físico y que, en consecuencia, tienen grandes dificultades para gestionar
adecuadamente sus emociones.
La
depresión de la madre es la principal de las variables que hacen peligrar
gravemente el desarrollo emocional del niño. Por ello, los hijos de madres
tristes, apáticas o deprimidas son más agresivos, ansiosos y depresivos.
"Recordemos que la investigación dirigida por Richie Davidson ha puesto de
relieve la presencia de una menor actividad del lóbulo frontal izquierdo en los
adultos deprimidos, una pauta que la investigación realizada por Geraldine
Dawson ha corroborado en las madres deprimidas. Otra investigación dirigida por
Dawson también ha demostrado que, con un año, los hijos de madres deprimidas
presentan una pauta característica de baja activación del lóbulo frontal
izquierdo. "Los hijos de madres deprimidas parecen mostrar, pues, una
pauta inusual de activación cerebral y una menor incidencia de emociones
positivas. Y no debemos olvidar que las relaciones establecidas durante la
temprana infancia determinan el rumbo del posterior desarrollo emocional y
social.
La tasa de emociones
positivas, como la alegría, por ejemplo, presentes en las relaciones
infantiles parecen, pues, esenciales para asentar las vías neuronales
adecuadas. Hoy en día sabemos que todos los estadios evolutivos son importantes
para el desarrollo emocional y debemos prestar una atención especial a sus
mismos comienzos." La felicidad del bebé le ayuda a establecer las
conexiones nerviosas necesarias para experimentar sentimientos positivos como
la alegría, por ejemplo, durante el resto de su vida. Se sabe entonces que la
privación puede determinar la tasa de neurotransmisores
como la dopamina y, en consecuencia, influir sobre el desarrollo y la plasticidad del cerebro. Convendría, por tanto,
prestar atención al alarmante aumento del número de niños que se ven obligados
a vivir en orfanatos desprovistos de afecto y de un vínculo emocional estrecho
con sus cuidadores.
Entre los tres y los siete años empiezan a
desarrollarse ciertas habilidades sociales muy importantes; habilidades como el
autocontrol, la capacidad de detenerse y de calmarse cuando uno está enfadado, y la
habilidad de mantener la atención. Durante este período, los niños evidencian un gran desarrollo de su conciencia emocional.
En las primeras etapas del desarrollo del lenguaje, el niño dispone de muy
pocas palabras para referirse a las emociones, pero en los años preescolares,
se produce un espectacular aumento de su capacidad para reconocer las emociones
y hablar de ellas. Además, el niño puede empezar, entonces, por primera vez en
su vida, a planificar y reflexionar en el futuro. A los cuatro o cinco años,
por ejemplo, podemos preguntar al niño lo que haría si otro se burlase de él
porque, a esa edad, se encuentra ya en condiciones de utilizar sus nuevas
habilidades cognitivas para pensar en el futuro y esbozar ideas y planes. Es
muy improbable que un estilo de juego manifiestamente agresivo en niños de
cinco o seis años acabe desvaneciéndose, y es de esperar que persista durante
toda su vida. Los datos de las investigaciones parecen confirmar que más de la
mitad de los niños agresivos violentos se conviertan en adolescentes crueles y
violentos.
Por otra parte, los niños que poseen una
buena capacidad de planificación y que son conscientes de sus emociones al
ingresar en la escuela, a eso de los cinco o seis años, corren muchos menos
riesgos de experimentar trastornos posteriores de agresividad y de ansiedad.
Hoy en día sabemos que las pautas presentes en la época en que el niño empieza
a ir a la escuela son muy importantes para determinar su futuro, aunque esa relación
no sea completamente estable. Esto tiene mucho que ver con el concepto de
percepción selectiva. Los niños agresivos o acomplejados por haber sido
lastimados con anterioridad permanecen muy alerta para descubrir a cualquiera
que pueda volver a dañarles. Son niños que están a la defensiva y que reaccionan
con mucha facilidad. En el ámbito escolar, los niños tienen que ponerse muchas
veces en fíla para ir a almorzar, para ir al recreo, para volver de él, etc., y
son muchos los problemas que, en tal caso, pueden presentarse. Cuando un niño
agresivo, por ejemplo, es empujado por otro, no suele detenerse a ver lo que ha
ocurrido, sino que reacciona violentamente emprendiendo una pelea. Estas
rápidas reacciones emocionales son muy importantes, porque los niños que han
sido agredidos están muy predispuestos a centrar su atención en el daño que se
les ha hecho, aun cuando tal cosa no sea cierta o se trate de un mero
accidente.
Programa
PATHS (Promoting Alternative Thinking Strategies)
Con una regularidad de entre dos y cinco veces por semana contribuye
muy positivamente a mejorar el bienestar infantil. El adecuado uso de este
programa permite el desarrollo de las habilidades emocionales y sociales de los
niños así como también mejora algunas de sus capacidades racionales. Estaríamos
muy equivocados si creyéramos que las habilidades emocionales y sociales se
encuentran desvinculadas de las capacidades racionales. No en vano, la
inteligencia las incluye a ambas. Hoy en día sabemos que los programas eficaces
se caracterizan por los cinco rasgos siguientes:
En primer lugar, deben centrase en ayudar a los niños a calmarse, es
decir, a reducir el lapso de recuperación de la activación emocional independientemente
de la emoción considerada.
En segundo lugar, deben contribuir a aumentar la conciencia de los
estados emocionales de los demás.
El tercer rasgo distintivo tal vez sea el más occidental y se
refiere a la necesidad de hablar de los sentimientos para resolver los
problemas interpersonales.
El cuarto consiste en desarrollar la capacidad de pensar y
planificar anticipadamente el modo de evitar las situaciones difíciles.
Por último, debería tener en cuenta los efectos de nuestra conducta
en los demás, un punto que implica tanto la empatía como la relación
interpersonal.
Se ha determinado que las emociones se atienen a ciertas reglas, a
las que bien se puede llamar principios. En este sentido, hay que transmitir a
los niños y a sus maestros cuatro grandes ideas.
La primera es que los sentimientos son señales que pueden provenir
tanto del interior como del exterior y que, en consecuencia, nos proporcionan
una información muy importante sobre uno mismo, sobre lo que uno necesita o
desea o sobre los demás (sobre lo que necesita o desea otra persona). Por este
motivo es importante que los niños aprendan a valorar adecuadamente esa
información. Para poder cobrar conciencia de las emociones no sólo debemos
darnos cuenta del modo en que nos sentimos, sino que también debemos saber
verbalizar nuestros sentimientos y reconocerlos en los demás. Esta noción tiene
mucho que ver con la inteligencia.
Así pues, una de las líneas directrices del programa es que las
emociones son señales muy importantes. Pero es importante no limitarse solo a
contar a los niños todas estas cosas, sino que también por proporcionarles
herramientas que puedan ayudarles a llevarlas a la práctica. Esto es muy
importante, porque son muchos los niños que tienen miedo a sus sentimientos y
que, con mucha frecuencia, no saben separarlos de su conducta, algo que, dicho
sea de paso, también sucede con muchos adultos. Se trata de una cuestión muy
compleja y a la que muchas formas de psicoterapia adulta dedican mucho tiempo.
Es muy importante, por tanto, ayudar a los niños a diferenciar sus
sentimientos de su conducta. Para ello, por ejemplo, en PATHS se colocan
grandes carteles en el aula que dicen "Todos los sentimientos están bien.
Son las conductas las que pueden estar mal". Es importante que los niños
se den cuenta de que todo el mundo siente, en algunas ocasiones, celos,
avaricia, desilusión, etc., el espectro completo, en suma, de los sentimientos.
Pero una cosa son los sentimientos y otra muy distinta la conducta,
y sólo ésta puede estar bien o mal. ¿Y qué se hace en la práctica para enseñar
todo esto? por ejemplo, lo que ocurre en el caso de una lección sobre los
celos, una emoción muy importante para los niños. En tal caso, se les habla de
los celos y se les muestran imágenes del rostro de diferentes personas que
expresan esa emoción con el objetivo de que lleguen a familiarizarse con ella.
También se puede contar una historia de una ocasión en que un niño sintió celos
y del modo en que lo resolvió; se les puede invitar a hablar de alguna
situación en la que ellos mismos sintieron celos, o a que hagan un dibujo, o
escriban en su diario acerca de ellos. También se insiste en que una cosa es la
emoción y otra la conducta y que, si bien puede resultar difícil controlar la
aparición de los celos, sí que podemos decidir comportarnos de un modo o de
otro.
El segundo punto consiste en diferenciar claramente los sentimientos
de la conducta. En este caso, se trata de determinar qué tipos de conducta
están bien y cuáles no lo están, algo que puede requerir mucho tiempo. Es muy
frecuente que, cuando los niños experimentan ciertas emociones, como la ira,
por ejemplo, y son castigados por ello, acaben
confundiendo la emoción con la conducta y concluyan la inadecuación de ciertas
emociones. Por ello es muy importante que los niños aprendan que los
sentimientos forman parte integral de ellos mismos y que, en consecuencia,
conviene tenerlos muy en cuenta. Los sentimientos son, pues, naturales y no hay
nada malo en ellos.
La tercera directriz trata de transmitirles que, antes de pensar,
deben calmarse. Si quieren verlo así, se trata de una especie de mantra de
nuestras aulas muy ligado a la idea de que las emociones condicionan la mente
para ver las cosas desde un determinado. Por ese motivo se insiste mucho en
que, para poder ver con claridad lo que les está ocurriendo y actuar en
consecuencia, primero deben calmarse, y, para ello, se enseñan técnicas
concretas a las que los niños pueden apelar para tranquilizarse cuando se
encuentran atrapados en una emoción.
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