“Si tus
penas no pruebo, Jesús mío,
vivo triste
y penado;
dámelas por
el alma que te ha dado,
que si este
bien me hicieres,
¡ay Dios
cómo veré lo que me quieres!
Quiéreme
bien en dármelas lo muestra,
que es ley
entre amadores
partir, como los gustos, los dolores;
que no es
partir al justo
tener Tú los
dolores y yo el gusto
Mas ¿qué te
pido yo que Tú me quieras,
si Tú, mi
bien, me quieres
de suerte
que por darme vida mueres.
Yo soy quien
no te quiero,
pues
viéndote a la muerte no me muero...”
Soliloquios
amorosos de un alma a Dios
Lope de Vega
El ser humano es un ser psicobiosocial, por tal condición la necesidad de
comunicarse es fundamental, y es por ello mismo que el lenguaje adquiere una
función más que importante, tanto para el quehacer social y cultural, como para
el bienestar mental de las personas. Podríamos decir que el soliloquio es un “autoaprendizaje”
que las personas utilizan al principio para entrenarse en el uso del lenguaje,
poner un pensamiento en voz alta con el cual hacer una especie de mapeo
cognitivo, asistente de memoria, que luego puede funcionar incluso como un
mecanismo para el manejo de estrés o ansiedad. Claro está que esta conducta
puede ser vista por los individuos que comparten el medio con el sujeto como un
accionar desadaptativo, aunque es propia
y relativamente normal en los seres de palabra articulada.
Toda persona puede condicionarse para hacer soliloquios en algún momento
dado, todo depende de las motivaciones internas y los estímulos externos que
estén interactuando en un determinado instante. Niños y adultos pueden emitir
la conducta del soliloquio en algún momento, no es raro que pase frente al
espejo del baño mientras se está afeitando, es bastante usual que se puedan
hacer recriminaciones cuando ya no se tiene a la persona amenazante al frente,
o incluso repasar una exposición importante de trabajo o de universidad, en
fin, la conducta es bastante común. Pero como es de suponer este tipo de
conductas se da sobre todo en personas que se quedan solas y necesitan
desahogarse, comunicar o expresar, algo, pero no por ello debe asumirse como un
efecto de la soledad, acaso un “síntoma” del aislamiento momentáneo, es eso sí,
una conducta que se produce bajo determinados estímulos ambientales.
Debe dejarse claro que los soliloquios pueden darse como consecuencia de
privaciones de contacto humano o aislamientos prolongados, alteraciones
bioquímicas, traumatismos, enfermedades o tumores en determinados puntos del
cerebro, principalmente si están ubicados en las áreas encargadas del lenguaje.
Algunas enfermedades mentales tales como la esquizofrenia,
la psicosis o el trastorno bipolar pueden llegar a producir soliloquios, pero debe considerarse
que en estos casos deben tomarse en cuenta la dificultad de manejar la
información recibida del medio ambiente, es decir, la capacidad de estar y
reaccionar ante la realidad se ve ensombrecida. Al menos durante los estados de
manía de los bipolares, en las fases activa de la esquizofrenia y la psicosis,
o incluso durante periodos en que el sujeto se halla bajo los efectos de
algunos psicotrópicos, no es extraño que los soliloquios reaccionen a
alucinaciones auditivas, o incluso a cierto tipo de ideas y pensamientos
delirantes.
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