“¿Hasta cuándo vamos a seguir creyendo que lo maravilloso
no
es más que uno de los juegos de la ilusión?”.
La tos de
una Señora Alemana
Julio Cortázar
“No. No aceptes lo habitual como cosa natural.
Porque en tiempos de
desorden, de confusión organizada, de humanidad deshumanizada, nada debe
parecer natural. Nada debe parecer imposible de cambiar”.
Bertolt
Brecht
Si aceptamos que la educación es, en esencia política, dado que compromete un ideal previo de hombre y de mundo, acordaremos que no podemos generar analfabetos políticos. Al menos no en la educación superior y en los Institutos de formación docente, donde se espera formar alumnos críticos y capaces de cuestionar por qué y para qué se enseña.
Sobre los analfabetos políticos dice Bertolt Brecht
“El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa
de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio
del poroto, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen
de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece
y ensancha el pecho diciendo que odia la política, y. no sabe que de su ignorancia
nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos es el político
corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales.”
(Bretch, 20092)
En alusión a la apatía política y su incremento, hay un estudio de Jenny Little (2004), citado por Bauman (2008), donde se
constató que el 77% de los estudiantes de nivel superior no estaban interesados
en participar en política. A su vez, en un porcentaje similar, en este caso
novatos, no creían que dicha participación fuera a ser efectiva o pueda cambiar
el estado de las cosas.
Little, en su estudio, afirma que la apatía política puede ser producto, entre
otras cosas, de que los estudiantes de hoy, tienen que sumarle a la presión
habitual para obtener un título, el de tener que conseguir algún trabajo de
tiempo parcial para solventarse, o bien realizar alguna pasantía gratuita para
tener experiencia en la profesión. Por tal motivo, la autora considera que:
“…no es sorprendente que la política haya caído al último lugar en la lista de
prioridades de esta generación, aunque, en términos reales, sostiene, nunca ha
sido tan importante como hora”. (Little citada por Bauman; 2008: 148).
También el
especialista en educación, Henry Giroux (1996), se
expresa en favor de erradicar la apatía política en la educación, a partir de
su conocida expresión de “…hacer lo pedagógico más político y lo político más pedagógico”
(Giroux, 1996: 177). Deseo que caracterizó
toda la obra de Paulo Freire en su afán por
señalar la fuerte ligazón que existe entre la educación y la política y
viceversa.
La consecuencia avalada por la ignorancia
La democracia dejó de existir cuando gobernar para el bien común cambió
los principios esenciales de convivencia a otros objetivos financieros: cuando
un candidato a presidente asegura que, de ganar protegerá la banca, llamará a
la inversión extranjera, fortalecerá el gasto en seguridad, conducirá al país
al desarrollo industrial y a la explotación extranjera de los recursos, quiere
decir que pide el poder para hacer lo contrario al bien común: si el sistema
bancario extorsiona, si promover el empleo es promover la explotación, si pedir
inversión foránea es poner en venta extensiones del territorio y subastar la
administración de los servicios básicos al mejor postor y rebajar los impuestos
a los extractores para incentivar su inversión; si fortalecer la seguridad es
invertir el 60% del presupuesto nacional en armas y salarios y mantenimiento de
un ejército de miles de tropas, si bajo el rótulo de “inversión” se esconde la
concesión de reservas energéticas y mineras cuya explotación atentará contra
recursos culturales y vitales como el agua a trasnacionales comercializadoras
de hidrocarburos y oro y carbón que se llevarán el recurso y el dinero a sus
arcas de caudales dejando contaminadas las aguas y esterilizadas las tierras y
enfermas a las generaciones venideras, si los servicio para el bienestar
(hospitales, transporte, universidades, páramos que proporcionan agua,
viviendas, campos labrados) se convierten en empresas de capital privado que
extorsionan al ciudadano y niegan servicios porque no dan lucro, entonces
elegimos para el simulacro de la democracia a un gobernante cuyo único objetivo
es beneficiar a unos cuantos y destruir el tejido social y el bien común.
El dicho dice que “no hay peor ciego que el que no quiere ver”, así es,
pero creo que en el dicho, el ciego es una víctima más, la “ceguera” es la dañina,
ceguera ocasionada por la ignorancia política.
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