“Mi soledad no depende de la presencia o ausencia de gente…
odio a quien
roba mi soledad sin, a cambio, ofrecerme verdadera compañía.”
Así habló Zaratustra.
Friedrich Nietzsche
Recuerdo que cuando niño tenía la costumbre de refugiarme en mi guarida, así
le llamaba. En realidad era solo una pieza chica hecha de sobras que me proporcionaba el más especial espacio de intimidad que necesitaba. La fabriqué con cartones sobrantes dentro del gallinero que mi madre tenía
en el patio de la casa, lo cubrí con hojas para invisibilizarlo. Así era mi “guarida”, con el tiempo se convirtió en algo necesario, ahí me metía y encerraba y pensaba con mente de niño
en cosas de niños, ahí escapaba de lo que a esa edad me parecía insoportable, ahí
aprendí que el silencio y la soledad pueden ser amigos y buenos aliados.
La guarida
Se trata de una amistad incondicional y una infinita bondad hacia mí. Se
trata de ponerme a salvo, finalmente a salvo, todas esas olas no queridas,
ignoradas, desconocidas del océano de mi mismo para que puedan emerger desde la
profundidad, desde la oscuridad, desde las esquinas, huecos y hendiduras de las
experiencias y salgan a la luz, parpadeando y llenas de asombro…
Se trata de darme a luz, de modo que todos los pensamientos me sean
finalmente permitidos, todas las sensaciones, todos los sentimientos, todos los
sonidos, todas aquellas olas que solemos etiquetar como “oscuras” o “malas” o
“negativas” o “peligrosas” o “pecaminosas”, miedo, ira, aburrimiento, duda,
confusión, frustración, impotencia son finalmente bienvenidas para que lleguen
a descansar, a respirar, a ser simplemente ellas mismas en el espacio que tú
eres. No se trata de entidades separadas o de enemigos, son aspectos íntimos de
mi mismo y por eso mismo, nunca podrían lastimarme, incluso si lastimaran serían
amigas y esto es algo de lo que a menudo nos olvidamos en nuestro apuro de
“arreglar” o por lo menos “normalizar” nuestra condición…
Escrito en primera persona e
ResponderEliminarimpregnado de los sentimientos más íntimos , este trabajo nos hace testigos de la reflexión del autor sobre la necesidad de convivir con el yo auténtico .
Desde su más tierna infancia buscó la soledad como un medio de defensa y ya , en la adultez , como una forma de autoexplorarse...
Romain Labbé nos muestra cómo retrotrae a la superficie,a su nivel de conciencia aquello,oscuro y gravitante,que generalmente relegamos a lo más profundo de nuestro ser.
Y, es, justamente aquello que bulle en nuestro interior, es , repito,la expresión más fidedigna de quiénes realmente somos...
Me parece valiente y meritorio lo que hace el autor...
Conocer ese abigarrado mundo inconfesado de pensamientos,dudas,frustraciones, sueños ... aceptarlas como parte auténtica de su yo más íntimo , debe ser una constante, además de aprender a convivir con ellas ,conociendo sus génesis...
En definitiva, una valiente apuesta...
¡ Mejor que eso !Una necesidad, si es que nos atrevemos,a conocernos ...