viernes, 15 de marzo de 2019

MISOFONÍA



Misofonía se refiere a una condición en la que hay una fuerte aversión a ciertos sonidos, en respuesta a los cuales la persona relata experiencias emocionales desagradables y excitación autonómica.

La misofonía es una alteración cerebral que provoca que disminuya nuestra tolerancia hacia sonidos como por ejemplo comer, oler, sonarse, o algunos repetitivos como el de hacer “click” con el bolígrafo o el ratón.
Los síntomas de misofonía suelen comenzar a edades tempranas. La media de edad está en los 12 años, aunque hay casos en los que empiezan a los 5.
A todos en ciertos momentos, sobre todo si estamos especialmente sensibles a los sonidos, nos puede molestar el ruido de los demás al comer. Sin embargo, a las personas con misofonía las reacciones hacia estos sonidos pueden llegar a ser muy extremas, desde una rabia incontrolada, hasta una reacción fóbica.
Esta sensibilidad a ciertos sonidos puede tener efectos muy negativos en la vida de la persona, provocando problemas en la vida diaria. Las interacciones con personas cercanas pueden volverse tensas y difíciles. Los efectos de este trastorno pueden ser muy dañinos para la red de apoyo de esas personas, provocando aislamiento social en el intento de huir de situaciones problemáticas.
Según un estudio, cerca del 20% de personas de una muestra de universitarios tenían síntomas clínicos de misofonía, y además se relacionaban con ansiedad, depresión y trastorno obsesivo compulsivo.

La primera vez que fue nombrada la misofonía fue en el 2000 por un equipo de otorrinolaringología. Sin embargo, durante mucho tiempo se ha tenido dudas acerca de si es un trastorno real en sí mismo.
No ha sido, hasta hace unos pocos meses, cuando se ha visto que el cerebro de personas con misofonía, realmente, tiene un funcionamiento diferente al del resto de personas. En un estudio, publicado en febrero de 2017, se ha visto que tienen anormalidades en sus mecanismos de control emocional, que provoca que su cerebro reaccione exageradamente al oír dichos sonidos. Estos, además, evocan respuestas fisiológicas como aumento de la tasa cardiaca y la sudoración. Esto no ocurre en el resto de personas sin este trastorno.
Para este estudio, se llevaron a cabo resonancias magnéticas del cerebro de personas con y sin misofonía mientras escuchaban varios tipos de sonidos. Los sonidos se dividieron entre neutros (lluvia, agua hirviendo, voces de personas…), desagradables (bebé llorando, persona gritando) y luego los sonidos detonantes (respiración o comer). Los resultados mostraron que al presentar los sonidos detonantes, las personas con misofonía mostraban una actividad distinta a los que no tenían esta condición. Al escuchar los otros sonidos, no hubo diferencias entre los dos grupos.

Se ha visto que en personas con misofonía, al escuchar uno de los sonidos detonantes se produce un gran aumento de la actividad de una zona del cerebro llamada ínsula anterior, que se encarga de procesar las emociones y conecta nuestros sentidos con nuestras emociones.
También es clave para la percepción de estados corporales internos (interoceptivas).
La ínsula está más fuertemente conectada con ciertas áreas encargadas de procesar y regular las emociones (como el hipocampo, la amígdala y áreas del lóbulo frontal).
Además, a través de unos cuestionarios, descubrieron que estas personas también perciben su cuerpo de forma diferente, lo que concuerda con la actividad anormal de la ínsula. Son más sensibles y más conscientes de sus sensaciones corporales internas. Sin embargo, no se puede determinar que esta sea la causa o la consecuencia de la intolerancia a ciertos sonidos.

Una paciente comentó a su médico “mi escudo es la música, llevo puestos los auriculares todo el tiempo con música, incluso si no tengo la música puesta, simplemente para estar lista si algún ruido me molesta. Para mi es la única protección”


 Y continúa…
“no suelo decirle a la gente que tengo misofonía porque no todo el mundo es empático. Espero que la medicina avance lo suficiente como para encontrar tratamiento, pero lo que realmente me gustaría es que la gente supiera más de esta condición y se mostrara más comprensiva.”

“Si simplemente pudiera pedirle a alguien que está sentado a mi lado en el teatro: disculpa ¿te importaría tratar de no hacer ese ruido? Tengo una misofonía, y que me digan: claro, lo siento mucho. Eso es lo que espero, más allá de un tratamiento, solo poder tener esa discusión con alguien que no me haga sentir como un bicho raro.

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