viernes, 15 de febrero de 2019

BUENA ESCRITURA

“Y cada día que pasa me parece más lógico y más necesario 
que vayamos a la literatura (seamos autores o lectores) 
como se va a los encuentros más esenciales de la existencia, 
como se va al amor y a veces a la muerte, 
sabiendo que forman parte indisoluble de un todo, 
y que un libro empieza y termina mucho antes y mucho después
 de su primera y de su última página.”

Julio Cortázar




Uno de los legados que nos deja la buena escritura y la buena redacción es que justamente podemos basarnos con veracidad en que los hechos contados son reales, con apego a la realidad y desde esa perspectiva, discriminar las diversas intensiones, opiniones, y elementos aportados en segundas y terceras lecturas. La historia de Cleopatra por ejemplo tiene dos interpretaciones, una romana; resaltando algunos aspectos de su personalidad que más bien pretende desprestigiar a esta griega, la última gobernante de Egipto y con suficientes encantos para seducir a dos altos militares (el César)  romanos. Y la otra; la versión griega que resalta aspectos completamente diferentes, como su inteligencia o su autodeterminación y carácter.  
                               
Por la escritura y la buena escritura, podemos entender que los libros sagrados son más que una novela, sin la buena escritura La Biblia, La Torá o El Corán no serían lo mismo.

El hecho de escribir bien es universal, egipcios, griegos, romanos, persas, las culturas chinas,…etc. ya lo hacían. Nada de este conocimiento sería tal si no hubiese sido escrito de buena forma. Para qué hablar de la literatura en su conjunto, los libros científicos por ejemplo, todos basan su legitimidad en ser la más fidedigna y clara en cuanto a la interpretación de los hechos en todos los niveles de una simple prosa.

Como ejemplo podemos analizar la prosa de Pessoa, al leerla detalladamente se captan las distintas capas que encierra el contenido. 

“Lo que realmente me indignaba de mí mismo en esos momentos de dudosa duda, en que yo sabía desde mucho antes que no habría solución ninguna, era la intromisión del factor social en el juego desequilibrado de mis decisiones. Nunca pude dominar el influjo de lo hereditario y de la educación infantil. Siempre pude rechazar los conceptos estériles de nobleza y de posición social; nunca los pude olvidar. Son en mí como una cobardía que detesto, contra la que me rebelo, pero que me ata con lazos extraños a la inteligencia y la voluntad.”

Fernando Pessoa



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