“Cuando estás enamorado de alguien,
estás enamorado de su
rostro y se convierte en un rostro
que no se parece a ningún otro.”
Milan Kundera
Los seres humanos utilizamos una infinita cantidad de señales sociales para comunicarnos. Evidentemente, el rostro es uno de los que más valor de reconocimiento y comunicación aporta al lenguaje visual.
El rostro
de una persona nos informa
Edad
Género
Raza
Ánimo
Emoción
Fiabilidad
Género
Raza
Ánimo
Emoción
Fiabilidad
Honestidad
Congruencia
Carácter
Reacciones
Interés
Etc.
Carácter
Reacciones
Interés
Etc.
El cerebro humano procesa las expresiones faciales en menos
de 40 milisegundos, por esto el reconocimiento de las caras humanas es una de
las habilidades visuales más esenciales, exactas y también una de las más
practicadas.
Por supervivencia, nuestro cerebro ha desarrollado un área
altamente especializada para esta tarea que es conocida como el área fusiforme,
la que se localiza en regiones de procesamiento visual y se activa cuando
tratamos de procesar información relacionada con la cara.
El procesamiento emocional es inconsciente, y para ello nos
apoyamos en una estructura subcortical que es la amígdala (la amígdala esta
casi en el centro del cerebro). La amígdala juega un papel fundamental en las
decisiones basadas en emociones, incluyendo la activación de nuestra respuesta
fisiológica y psicológica al miedo. El procesamiento de las caras es
fundamental para saber sí podemos confiar o no en persona.
Estudios, resonancias magnéticas
Cuando “flasheaban” caras durante 33 milisegundos (lo que
dura un parpadeo), se activaba primero la amígdala iniciando una respuesta
emocional y más tarde se activaba la corteza visual en el área fusiforme
provocando la respuesta consciente.
Área fusiforme es la zona del cerebro donde se produce el
análisis selectivo de los rostros. Cuando
procesamos las caras, la expresión de los ojos es lo primero que analizamos, después
la boca y al final la nariz.
Los ojos son los que nos dan la mayor información acerca del estado emocional.
La emoción que más fácil y rápido detectamos es la del miedo.
Las expresiones de felicidad son más lentas porque indica tranquilidad, poca amenaza, lo que desde el punto de vista evolutivo señala que nos podemos relajar y no necesitamos prestar atención tan rápido.
Los ojos son los que nos dan la mayor información acerca del estado emocional.
La emoción que más fácil y rápido detectamos es la del miedo.
Las expresiones de felicidad son más lentas porque indica tranquilidad, poca amenaza, lo que desde el punto de vista evolutivo señala que nos podemos relajar y no necesitamos prestar atención tan rápido.
La vista es uno de nuestros sentidos más complejos. De hecho
ocupa aproximadamente el 70% de la capacidad del cerebro cuando miramos (más
que cualquier otro sentido) por esto cuando queremos concentrarnos en otro
sentido, tendemos a cerrar los ojos, de esta forma aliviamos la carga del
cerebro y así dejamos disponibilidad de procesamiento para los otros sentidos.
Por ejemplo cuando queremos escuchar con atención alguna música en particular y
degustar algún alimento, tendemos a cerrar los ojos.
Cuando salimos a la luz del día, la luz entra en el ojo a
través de la córnea y las pupilas, lo que captan los ojos son formas compuestas
de colores, degradé y todos los componentes que la visión nos permite. Esta luz
pasa por la pupila y el cristalino, se enfoca atrás del globo ocular en la
retina, hasta ahí son formas inentendibles, “solo es visión” que al igual que
una cámara fotográfica solo trasmite luz. Desde aquí es dónde sucede la parte
más sorprendente: las imágenes se reproducen al revés en la parte trasera del
ojo (en la retina) y es donde la señal de luz se transforma en impulso
eléctrico que viaja por los nervios ópticos hasta la zona de la visión en el
cerebro (corteza visual).
La imagen llega al revés a la “corteza visual” (que está en
la parte trasera del cerebro, en el sector de la nuca) es la zona de
procesamiento de la visión y es ahí donde nuevamente se da vuelta la imagen para
que no veamos el mundo al revés.
Una vez que la información llega a la corteza visual es
captada y la corteza visual le dará sentido a la imagen, como por ejemplo nos
permite la percepción real de aspectos fundamentales como la distancia, el
color, la forma, la profundidad o el movimiento, y finalmente para darles un
sentido conjunto.
Pero aunque este sistema es maravilloso, aun no podemos
distinguir las caras, solo las vemos como si miráramos a las graderías de
atiborradas de gentes en un estadio. Para poder discriminar entre un rostro y
otro, entre uno conocido y otro o reconocer una cara, la información es
analizada por área fusiforme, la que se localiza en regiones de procesamiento
visual y se activa cuando procesamos la información para detectar rostros.
No te ha pasado que alguna vez que miras a una persona y no
la reconoces?
No puedes decir que no la ves, tampoco que no le ves la cara. Lo que sucede es que tu área fusiforme (área de procesamiento de caras) ha quedado en Stand by, necesita más información para el reconocimiento igual como que cuando el celular queda pegado.
Efecto
razas cruzadas
Se
denomina “efecto de raza cruzada” a la tendencia de reconocer con mayor
facilidad a miembros de nuestra propia etnia o raza.
En
general los seres humanos somos muy hábiles reconociendo rostros, pero con la notable
excepción de las caras de personas de otros grupos étnicos. Nuestro cerebro es
mejor decodificando las características únicas de una cara cuando la persona
pertenece a nuestro mismo grupo étnico, lo que hace difícil para nosotros
identificar rasgos faciales específicos de personas de otras razas y grupos
étnicos.
A
medida que crecemos vamos relacionándonos con muchas personas, estaremos
siempre alimentado a nuestro cerebro con lo que entra por los sentidos, en
particular la vista, así aprendemos a reconocer emociones y estados anímicos de
los otros, además nos miramos al espejo
prácticamente a diario, desarrollamos de esta forma una estrategia de
reconocimiento y análisis facial rápida y con los suficientes “atajos cerebrales” para no gastar
tanta energía mental.
El
cerebro siempre está tratando de establecer pautas de pensamiento, de tal
manera de crear caminos directos y suponer lo obvio, esta es una facultad de la
cual se valen los magos e ilusionistas para engañar a nuestro cerebro.
Esta
característica cerebral es muy importante cuando se establecen relaciones
interpersonales.
El
año 2002 se realizo el siguiente experimento en una universidad de Estados
Unidos:
Se
seleccionaron 20 voluntarios varones y 20 mujeres.
Previamente
se público las caras de cada uno de los voluntarios y voluntarias para ser
analizados según su atractivo, la nota iba de 1 a 10, siendo 1 el menos y el 10
el más atractivo, fueron evaluados por más de 1000 estudiantes, los hombres fueron
evaluados por mujeres y viceversa.
Después
a los 40 voluntarios y según los resultados de su atractivo se les vistió
completamente de negro, dejando solo la cara al descubierto y en sus cabezas un
cintillo con el número que le habían asignado los 1000 estudiantes.
El
experimento consideraba que nadie sabía su propio número, pero si podían ver el
numero en la frente de los otros. Se les pide que se mezclen y elijan a las
personas del otro sexo que les parezcan más atractivas.
Los
resultados sorprendieron, los varones considerados más transactivas y buscaron parejas
femeninas también consideradas las más atractivas, se relacionaron los números más
altos. El mismo patrón se dio con los números medios y a su vez también con los
números bajos.
Entre
las conclusiones científicas se estableció que en general estamos tan
habituados a analizar a las personas según nuestros propios patrones de
reconocimiento, que nos es más fácil coincidir con rostros que de alguna manera
tienen componentes más reconocibles por nosotros mismos y que vemos
diariamente.
Por
lo mismo la diversidad étnica nos hace relacionarnos con diversas
características y empatizar con personas que agregamos a nuestro círculo de
convivencia diaria.
Otra
conclusión fue que por la misma razón vemos a todos los chinos iguales. Pero en
realidad no son iguales, por ejemplo entre los asiáticos reconocen a los
japoneses porque tienen los ojos más grandes que los chinos o coreanos. Los
japoneses tienen su boca más ancha y los labios más finos.
Lo
mismo le pasa a los asiáticos, pare ellos un chileno, un peruano o un venezolano
por ejemplo no evidencia mayor diferencia de fisonomía.
El
efecto razas cruzadas refleja una especialización muy precoz en el
reconocimiento facial. A los tres meses, todos los bebés pueden
identificar todos los rostros indistintamente, pero a los nueve meses han
perdido esta capacidad y clasifican los rostros con características distintas
dentro de una misma categoría. El cerebro se especializa muy pronto para
procesar únicamente en detalle las señales más familiares, las personas
tendemos a evaluar y juzgar a los miembros de nuestro propio grupo como mejores
y más justos que los miembros de otros grupos. El significado del grupo se
puede referir a la familia, compañeros de equipo en un equipo de fútbol,
compañeros de clase y también diferentes razas y etnias.
Las
dificultades para reconocer a personas de otras razas se debe más a una falta
de convivencia con ellas que a sus características físicas y antropológicas.
Distinguimos a los individuos de otros grupos étnicos en proporción a nuestro
conocimiento y nuestro contacto con el grupo en su conjunto. Esto favorece la
ilusión perceptiva que nos hace pensar "que todos se parecen entre sí o
que son todos iguales". Al no convivir con ellos, no estamos habituados a
reconocer a gente con esos rasgos faciales, no estamos entrenados para ello,
nos cuesta un poco distinguir emociones.
Cuanto más interaccionamos con esos grupos étnicos empezamos
poco a poco a desarrollar estrategias que nos permiten reconocer mejor ese tipo
de caras. Pero aunque un occidental viviera en un barrio chino, seguiría sin
distinguirles si no se relaciona con ellos. Para ello deben formar parte de
nuestro entorno personal, de nuestra vida; debemos conocerlos y esforzarnos por
distinguir entre uno y otro, pero como normalmente no tenemos esa necesidad de
acercamiento los acabamos igualando a todos en un proceso que en psicología se
llama estereotipia, un mecanismo muy común al que recurrimos porque no podemos
asimilar toda la información al mismo nivel de especificidad.
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