viernes, 1 de febrero de 2019

LA MUERTE SE DETUVO EN EL UMBRAL DE MI PUERTA

"Hay en mi corazón furias y penas"

Quevedo


Siempre cuando llega la muerte, lo hace como un golpe certero y contundente que desequilibra todo. Toda la realidad, todas las emociones, todas instancias que forman parte del quehacer normal que nos envuelve día tras día, estemos o no preparados, siempre llega de manera inoportuna, arrasándolo todo, dejando tras de sí una estela de dolor insospechado, un dolor que trasciende la mente, y se “empoza en el alma”.
Tal vez la mejor y más real definición  la hagan como siempre los poetas, especialistas en cuestiones del alma. Cesar Vallejo lo describe así:

“Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé! 

Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, 
la resaca de todo lo sufrido 
se empozara en el alma... ¡Yo no sé! “



Y qué hacer entonces? Cuando la hecatombe no deja tiempo para recomponer las piezas, cuando el dolor más intenso que se haya sentido, se cruza con las cosas de la vida que obligan a seguir adelante. Miguel Hernández dice “voy de mi corazón a mis asuntos”. Al parecer no hay muchas alternativas. El dolor por la pérdida está más activo que nunca, se confunde con el sentir del alma, el pecho oprimido y la mente que no se cansa de lanzar imágenes de la persona amada. Sigmund Freud en su artículo "De Guerra y Muerte" señala “implica el reconocimiento de que vamos a morir, como algo natural e inevitable”, pero agrega “Se sabe de la muerte, pero al mismo tiempo se la desconoce.”. Hay muchas teorías y recomendaciones para alivianar el dolor por la pérdida. Se dice por ejemplo que los creyentes cristianos lo soportan de mejor forma que los que no lo son. Están los conceptos hindúes o tibetanos, los rituales africanos, etc. En occidente el significado es muy parecido en todos los países. Desde tiempos del antiguo Egipto, la muerte fue un enigma al que adaptaron sus rituales de tal forma de aminorar el sentir por la pérdida. Fue tanta su devoción que los llevó a la escritura con El Libro de los Muertos. Hasta hoy en muchos oficios, se llevan pertenencias que eran del fallecido.

El fondo es cómo enfrentar a este momento y, lo venidero. “Morir es romper el mundo; es perder al hombre, aniquilar al ser; por tanto es perder la muerte, perder lo que en ella y para mí hacía de ella la muerte… ” Escribe Maurice Blanchot. Por otro lado Freud dice que los niños chicos no tienen el concepto de muerte interiorizado en su mente, para ellos solo significa ausencia. Tal vez no se pueda hacer nada,  tal vez no hay método que tenga vigencia real en estos momentos. Creo que el hecho de acumular todos los recuerdos buenos y alegres, la mente es mágica, hace descansar al alma por algunos instantes. Solo el tiempo (pero a veces pasa tan lento) será el encargado de sanar las heridas. Se dice que sin nuestros recuerdos no somos nada, lo que somos son los recuerdos. Es justamente ahí, donde debe terminar de instarse el ser perdido.
Todos los que hemos tenido pérdidas humanas al final del tortuoso camino del duelo hemos quedado mal heridos, tal vez algo hemos dejado atrás, es porque hemos traspasado completamente la existencia de ese ser desde lo consiente  a nuestro inconsciente. Y donde lo hemos dejado, estará en nuestro presente cuando lo deseemos.


1 comentario:

  1. " La muerte se detuvo en el umbral de mi puerta"... elocuente título que dice mucho más de lo que sugiere ...

    No podría sacar una sola palabra a este artículo porque reúne en sí todos los aspectos relacionados con la partida de un ser amado ... desde cómo somos golpeados por ella, cómo se enfrenta en algunos lugares,
    cómo nos aferramos a los recuerdos, cómo
    " empozamos nuestro dolor en el alma ", (¡ qué
    bella expresión!)
    y finalmente, cómo guardamos el recuerdo del ausente en un lugar privilegiado de nuestro corazón , para tenerlo siempre presente en nuestras vidas , porque no se ha ido... está ahí...siempre con nosotros, como una presencia amada con quien dialogamos en la intimidad ...
    Se describe el dolor lacerante de la partida, el quiebre que deja en una vida, la herida que no cicatriza y que cuando el dolor alcanza su clímax sangra... No hay morbo allí...sólo la expresión de una necesidad del reencuentro con el ser que partió y mientras esperamos ese momento ... vivimos como podemos... sin molestar a nadie con nuestro dolor ...que es sólo nuestro y nadie comprende ...

    La expresión tan sincera de este dolor, me conmueve... aunque entiendo que no es ese el propósito del artículo sino más bien, es un desahogo de aquello que aprieta nuestro corazón y nos hace vivir con un nudo en la garganta...


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