“La felicidad para mi consiste en gozar de buena salud,
en dormir sin
miedo
y despertarme sin angustia”
Françoise Sagan
Para muchas personas sanas o enfermas,
el cáncer es una enfermedad física, social y psicológicamente aplastante. Los
pacientes se autoperciben indefensos y desarmados y es un problema de salud que
afecta todas las áreas de la vida. En la actualidad se considera que el cuidado
del paciente oncológico debe responder a una visión integradora que
conjuntamente valore resultados clínicos y psicosociales. Esta nueva visión ha
llevado al desarrollo e investigación de una de las áreas de especial interés
en oncología clínica que es la calidad de vida, concepto ampliamente utilizado
que sigue teniendo una diversidad conceptual, y que debe tenerse en cuenta a la
hora de tomar decisiones terapéuticas. Una atribución que con frecuencia se
presenta en los pacientes, es asociar el cáncer con tratamientos dolorosos y
finalmente con la muerte.
Se plantea, además, que frente al
diagnóstico se comienza a vivir un proceso de duelo asociado a la pérdida de la
salud. El duelo es una “reacción adaptativa natural ante cualquier tipo de
pérdida” y se inicia desde el momento en el que se comunica el diagnóstico y en
el que se deben asumir diferentes cambios. La pérdida de la salud se produce
alrededor de diferentes esferas, como lo son la libertad, el bienestar físico y
la paz interior, y a su vez, implica vivir otras pérdidas, como son la de
seguridad, status social, estabilidad emocional, autonomía, privacidad,
independencia y autoestima. El duelo oncológico se constituiría en un mecanismo
de reconstrucción psíquica fundamental, pues le permite al paciente estructurar
una respuesta a los desafíos orgánicos, cognitivos, sociales y emocionales a
los cuales se ve enfrentado.
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