“A veces, la realidad es solo
dolor, y para huir de ese dolor,
la mente tiene que abandonar la realidad.”
Patrick Rothfuss
“Cuando sentimos dolor,
nos
convertimos en seres para el dolor,
todo es dolor,
nosotros somos dolor.”
La definición de dolor más común en la práctica clínica lo identifica, de modo más o menos consciente, como una señal emitida por tejidos corporales alterados. El dolor existe siempre como una manifestación de alteraciones fisiológicas, cuya causa usualmente se identifica a partir de técnicas auxiliares de diagnóstico.
La mayoría de las veces en las
que esto ocurre, se les dice a las personas que se quejan de dolor que éste no
resulta de acontecimientos en su cuerpo, sino de “factores psicológicos”. Este
aparente diagnóstico manifiesta otra creencia difundida entre los médicos: lo
que es del nivel psicológico no existe, es imaginado, es sólo mental, es decir,
la mente no es de orden fisiológica, no vive inmersa en un cuerpo. El
presupuesto aquí encontrado es el de la división mente-cuerpo; esta creencia
desestima las situaciones en las que hay dolor sin una disfunción detectable,
como en el caso de los dolores fantasma, opresión en el corazón, etc. Dada la
imposibilidad de ser evaluados como dolores viscerales o somáticos, son muchas
veces enunciados como mentales o psicológicos por parte de los profesionales de
salud, desvalorizándolas por no ser (en esta línea de razonamiento) de orden
fisiológico. Frente a este tipo de diagnóstico, los usuarios comúnmente
realizan esta misma lectura. Muchos no efectúan consultas adicionales; otros
son enviados a psiquiatras, donde suelen ser evaluados sólo en un nivel cerebral,
aunque el funcionamiento neurológico abarque todo el cuerpo humano.
Atentos a los problemas que este
tipo de creencia sobre el dolor acarrea, la Asociación Internacional de Estudio
del Dolor (sigla en inglés IASP) definió el dolor, hace casi 20 años, como la experiencia sensorial y emocional
desagradable asociada a daño tejidural actual o potencial, o descrita en
términos de tal daño. Se asume que el dolor posee una dimensión
profundamente subjetiva, por tratarse de una vivencia. El paradigma que impera
en los cuidados de salud formal es el biomédico (La biomedicina no se relaciona
con la práctica de la medicina, sino aplica todos los principios de las
ciencias naturales en la práctica clínica mediante el estudio e investigación
de los procesos fisiopatológicos considerando desde las interacciones
moleculares hasta el funcionamiento dinámico del organismo a través de las
metodologías aplicadas en la biología, química y física. De esta manera permite
la creación de nuevos fármacos, perfecciona el diagnostico precoz de enfermedades
y el tratamiento de éstas), siendo una de sus características la producción de
conocimiento descriptivo y objetivable. Esa definición continúa vinculando el
dolor sólo con su dimensión disfuncional en un nivel fisiológico, no
considerando como una hipótesis que existan dolores de orden no fisiológico.
Admite esta existencia sólo cuando la ciencia no posee los instrumentos o el
conocimiento para identificar la causa lineal de todo tipo de dolor.
Es curioso que la argumentación de este razonamiento se vincule al lenguaje aristotélico. Sin embargo, la inclusión por parte de la IASP de la dimensión emocional en la definición de dolor representa un cambio, permitiendo que este aspecto, de tenor fuertemente subjetivo, se alíe con la dimensión fisiológica presente (y tradicional) en la definición de dolor.
Es curioso que la argumentación de este razonamiento se vincule al lenguaje aristotélico. Sin embargo, la inclusión por parte de la IASP de la dimensión emocional en la definición de dolor representa un cambio, permitiendo que este aspecto, de tenor fuertemente subjetivo, se alíe con la dimensión fisiológica presente (y tradicional) en la definición de dolor.
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