“Seguirá
esta historia, seguirá este orden
Porque
Dios así lo quiso, ¡porque Dios también es hombre!”
Corazones
rojos - Los Prisioneros
El padre como tal estaba investido de funciones
disciplinarias que competían con el castigo penal. Los hijos eran ciudadanos de
segunda clase, les faltaba ser sujetos de pleno derecho al estar siempre
dependientes de la voluntad paterna. De hecho, en el derecho romano llama la
atención que un muchacho permanecía bajo la autoridad del padre y no se
convertía en ciudadano con todos los derechos más que a la muerte del padre;
más aún, su padre era su juez natural y podía condenarlo incluso a muerte
mediante sentencia privada. Psicológicamente la situación de un adulto cuyo
padre vivía debía ser insoportable; no podía hacer nada sin el consentimiento
paterno, ni cerrar un contrato, ni liberar un esclavo, ni decidir, ni hacer una
carrera. Era una especie de esclavitud, que podía explicar en parte la obsesión
por el parricidio en la época.
Esta figura paterna asociada a Roma y a un poder
prácticamente absoluto, no se ha eliminado con el paso de los siglos, dejando
huellas duraderas en muy distintos lugares y en distintas épocas.
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